¿Desde cuándo interpretamos la maternidad como algo que debemos de hacer perfecto?
Llega la depresión postparto, como una ola, helada, intensa e inesperada de emociones que nunca habíamos experimentado, al menos no con la intensidad con la que las estamos sintiendo, dudamos si ser mamá realmente es para nosotras, dudamos de quienes somos, ¿realmente, sigo siendo yo?.
Desde hace unos años encontré un punto en común en mis pacientes que se convirtieron en mamás, cuando les preguntaba cómo se describían las respuestas en común eran: “no se, soy la mamá de _____”, “no me reconozco”, “siento que ya no soy yo”.
Definitivamente la maternidad nos cambia, nos impacta y nos sorprende. Pero, ¿sabías que 1 de cada 5 mujeres experimenta depresión postparto?, primero, creo que es importante que conozcas algo de información que nos puede ayudar a todas las que estamos embarazadas o con un recién nacido en casa.
Entre los 3 y 5 días después de que nace tu bebé suelen aparecer síntomas como:
-
- Llanto frecuente
-
- Irritabilidad
-
- Cambios de humor repentinos
-
- Sensación de nerviosismo
-
- Dificultad para concentrarse
-
- Inseguridad o dudas sobre tú capacidad para cuidar a tú bebé
Estos síntomas duran aproximadamente 2 semanas, suelen ser incómodos y te pueden generar incomodidad, culpa e inseguridad en esta etapa que estás viviendo, pero algo que tienes que tener presente es que esto no tiene que ver con cómo eres mamá, está relacionado a dos puntos importantes: la caída repentina principalmente de estrógeno y progesterona; y una mayor sensibilidad por la prolactina y oxitocina.
A este periodo, no se le llama depresión, son los baby blues o tristeza postparto, llegan como una oleada de malestar pero suele ir disminuyendo con el paso de los días, aquí viene lo importante, si después de 3 semanas sigues presentando estos síntomas que incluso afectan en el vínculo, atención y cuidado tanto a tú bebé como a ti, es momento de pedir ayuda.
Ahora, -pedir ayuda-, algo que a muchas mamás se nos dificulta, entre los estigmas sociales, muchas veces querer hacernos las fuertes y la presión que ejercemos en nosotras mismas de fallar y esperar que naturalmente se nos de el cuidado a nuestros hijos nos lleva a dudar de nosotras y no pedir ayuda. ¿Qué si te dijera que, si te das la oportunidad de pedir ayuda, de acercarte a alguien para que te escuche, de soltar un poco todo se va sintiendo más ligero?.
La maternidad se puede comparar con un vaso, a medida que lo llenas de miedos, culpa, preocupación, dudas, enojo, etc. el vaso va llenándose, ¿qué pasa cuando el vaso esta hasta el tope y lo quieres mover? Es imposible moverlo sin tirar una gota y peor aún, cada día es más difícil que algo más quepa. Lo relacionamos con nuestras emociones, imagina tu vaso y ve pensando en todas esas cosas que te pesan, te preocupan, te generan culpas, te entristecen, ¿cómo va tú vaso, ya está lleno? Ahora, trata de levantar ese vaso, es imposible sin derramar, bueno, esas gotas que caen son esos momentos donde sientes que ya no puedes más, te desbordas y dejas de sentir que eres tú, ya no te reconoces.
La depresión yo la comparo con esta metáfora, a medida que vacíes un poco ese vaso te puedes permitir moverlo con más libertad y mejor aún, llenarlo de esa bebida que te hace feliz.
Tú, mereces vivir una maternidad “plena”, reconociendo el agotamiento en todos los sentidos, pero plena, dejando que tus hijos te conozcan a ti, no a tus miedos, tú tristeza y tu culpa; y aquí es importante aclarar algo, no estoy diciendo que no te permitas llorar, doblarte ni enojarte, eso es parte de enseñarle a nuestros hijos nuestra parte humana, esa que mañana a ellos les dará la oportunidad de reconocer sus propias emociones y permitir sentirlas, pero, empieza por ti, no dejes nunca que ese vaso se llene de cosas que no te gustan, vacíalo de vez en cuando para poder levantar ese vaso y disfrutar lo que está frente a ti.
Con cariño,
Gaby Furukawa,
Psicologa Clínica